La evaluación es el proceso didáctico que le permite al docente identificar las debilidades del estudiante en la adquisición del aprendizaje, estas debilidades se hacen latentes en los intercambios que se dan entre quien transmite el mensaje, que en este caso sería el profesor y quien lo recibe el estudiante, son las interacciones entre estudiantes y material didáctico, estudiantes y docentes o pares académicos. El docente a través de una evaluación continua puede determinar las razones de la apatía, la pasividad y la indiferencia del estudiante frente al conocimiento.
No obstante, es indiscutible no desconocer que no puede haber dentro de las instituciones educativas docentes que no identifiquen la importancia de la evaluación como proceso didáctico, para Álvarez Juan 2011:
El profesor aprende para conocer y para mejorar la práctica docente en su complejidad, y para colaborar en el aprendizaje del alumno conociendo las dificultades que tiene que superar, el modo de resolverlas y las estrategias que pone en funcionamiento. El alumno aprende de y a partir de la propia evaluación y de la corrección, de la información contrastada que le ofrece el profesor, que será siempre crítica y argumentada, pero nunca descalificadora ni paralizadora. (p.52).
¿De acuerdo con lo expuesto hasta ahora, será necesario identificar si la evaluación como proceso mediador entre la enseñanza y el aprendizaje, debe hallarse más allá de cualquier tipo de control simbólico? En este orden de ideas, otra pregunta que no puede pasarse por alto sería aquella que indague ¿es preciso que los maestros tengan claro si sus prácticas evaluativas se hallan inmersas en un discurso pedagógico que perpetua las desigualdades sociales, de las cuales nos hablan Bourdieu y Althusser desde las teorías de la reproducción?
En este orden de ideas, debe tenerse claro primero ¿qué es el control simbólico? y ¿por qué este tipo de control permea directamente las prácticas evaluativas que los docentes implementan al interior de sus aulas de clase? Al respecto, Berstein (1993) afirma que: el control simbólico constituye el medio a través del cual la consciencia adopta una forma especializada y distribuida mediante formas de comunicación que transmiten una determinada distribución de poder y las categorías culturales dominantes. El control simbólico traduce las relaciones de poder a discurso y el discurso a relaciones de poder. Pág. 139
Es importante por lo tanto identificar que a partir del enunciado anterior, puede definirse que los grupos económicos imponen a la escuela lo que los medios de producción necesitan, a través del currículo prescripto; pues los contenidos que se encuentran en el currículo están al margen de una reflexión que influya en las necesidades de contextos particulares, se puede señalar que los intereses específicos del sistema económico son reproducidos culturalmente desde las aulas por agentes de control simbólico como las editoriales.
Permítanme explicarles como la construcción de contenidos ha de realizarse desde las experiencias dialógicas de los docentes, que son quienes saben cuáles son las necesidades intrínsecas de sus comunidades y que además tienen claro cómo medir esos contenidos. El currículo no puede seguir siendo un currículo utilitarista que coloca la evaluación mediadora al servicio de grupos económicos y de editoriales que reproducen el pensamiento capitalista liberal que según Habermas 2010 no satisface en términos de reciprocidad al otro; el dominio, la explotación económica y la opresión política distorsionan la comunicación, desconociendo y desvirtuando en la mayoría de casos, las necesidades de comunidades marginadas o no marginadas a las que se les desconoce su contexto histórico-socio-cultural.
Los educadores, como profesionales de la educación, saben que el papel fundamental de la escuela no es preparar al hombre para el mundo laboral, sin embargo, el concepto de escuela que educa al hombre para la industria, fue construido bajo el lema del conductismo como paradigma pedagógico, para ese entonces la evaluación se limitaba a adquirir información en el proceso de enseñanza y aprendizaje mediante test operacionales y cuestionarios que como instrumentos de medición permitían valorar a los individuos que necesitaba la industria.
Hay que tener en cuenta que el control simbólico, desde las teorías de la reproducción, siempre ha clasificado a los individuos desde una evaluación burocrática que divide a los individuos entre buenos y malos. El papel que cumple el control simbolico de la clase dominante sobre las clases menos favorecidas, persiste en aumentar las desigualdades sociales, está claro aún así la evaluación como proceso didáctico tiene un papel predominante dentro de los procesos de enseñanza y aprendizaje, debido a la función mediadora que cumple entre estos dos procesos.
Para Torres Jurjo 1994 la violencia simbólica como nos la muestra Bourdieu a través de su análisis teórico, parte de la suposición que las sociedades humanas están divididas de forma jerárquica en clases y que ésta jerarquización se mantiene y perpetúa a través de lo que denominan los teóricos de la reproducción cultural como violencia simbólica. Ese concepto sobre la reproducción cultural es la que muchas veces los docentes realizamos al interior de las aulas de clase, al usar la evaluación para etiquetar individuos, en lugar de ser utilizada para identificar qué inconvenientes dentro de los procesos de enseñanza – aprendizaje le impiden al estudiante continuar en la aventura por descubrir el mundo que se encuentra ante sus ojos.
La violencia simbólica es perpetuada por los docentes desde las aulas de clase, en el instante en que se limitan a clasificar estudiantes, a partir de los resultados finales que le exige el modelo burocrático que mide los contenidos en un tiempo determinado, según Santos Guerrra Miguel 1996 la evaluación es un proceso dialógico de compresión y mejora.
Ante todo, es indicutible preguntarnos como docentes reflexivos ¿qué conocimiento didáctico es el que se limita a evaluar simplemente resultados finales, haciendo del docente un agente de control simbólico al servicio de grupos económicos? Al tratar de contestar la pregunta se lograría determinar que la autonomía que el docente dice tener sobre su quehacer profesional, no es real, más aún si consideramos el concepto de autonomía relativa que se deriva originalmente de Durkheim 1938, el concepto de autonomía relativa tiene que ver con las relaciones entre los campos económicos y cultural (educativo) o entre el Estado y la educación, o con ambas.
De acuerdo a con lo anterior, puede observarse que cuando el docente considera la evaluación como un proceso didáctico, a diario está cuestionando las prácticas de enseñanza que implementa con sus estudiantes y esto lo lleva a ir en la línea opuesta de una evaluación de tipo burocrático que clasifica individuos entre buenos y malos.
Un docente que no teme a ser “evaluado por sus estudiantes”, frente a su discurso pedagógico, es ese profesional de la educación que está en desacuerdo con lo que se espera de un docente que se rige por la violencia simbólica, por ello es importante que los docentes erijan su formación profesional a partir de las experiencias que construyen desde del discurso didáctico que les da su quehacer profesional. En palabras de Palou de Maté (2005), la didáctica se concibe como la teoría de la enseñanza que tiene como finalidad el estudio de la intervención docente en los procesos de construcción del conocimiento por parte de los alumnos en un contexto socio-histórico determinado.
Es ilógico entonces pensar que después de hablar de constructivismo, de pedagogías críticas y de pedagogías emergentes dentro de las prácticas de aula, los docentes del siglo XXI, no se den a la tarea de conocer los ritmos y las necesidades particulares de su grupo de estudiantes, los cuales son mucho más que un grupo de códigos los que ni siquiera identifican como individuos con necesidades particulares a quienes tienen que facilitarle las herramientas necesarias para relacionarse con el mundo.
Es así como los maestros hoy siguen con la concepción que para lograr clasificar como un buen docente, debe “quedarse” un grupo considerable de estudiantes que “no cumplen” con los aparentes contenidos que el profesor, aún por encima del mismo sistema, cree que debe hacerles cumplir para que logren aprobar. Ese tipo de docentes, que como diría Hoffman Jussara 2008, son capaces de asegurar antes de llegar a agosto o septiembre que ya tienen niños que son considerados “casos perdidos” para el sistema educativo. Ese caso perdido que nos ilustra Comenio en la Didáctica Magna con el caballo con el que Alejandro Magno conquisto casi toda Europa, un ejemplo que nos muestra que muchas mentes brillantes se han perdido por causa de sus maestros.
Para concluir, es importante entender que el papel que tenemos como formadores de las nuevas generaciones, tiene que partir, no de un desconocimiento de los procesos didácticos. Es así como la evaluación mediadora parte de un constructo didáctico que le permite al docente identificar las debilidades tanto en el proceso de aprendizaje como en el de enseñanza. La evaluación no puede ser un proceso didáctico al servicio de las clases dominantes.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS O FUENTES
ÁLVAREZ MÉNDEZ, Juan. (2011) Evaluar para conocer examinar para excluir. Madrid : Morata.
BERSTEIN, Basil (1993) La estructura del discurso pedagógico. Madrid: Morata
HABERMAS Jürgen. (2010) Ciencia y técnica como ideología. Madric: Tecnos
HOFFMANN Jussara. (2011) Avaliar para promover, as setas do caminho. Porto Alegre: Mediação
HOFFMANN Jussara. (2013) Avaliar, respeitar primeiro educar depois. Porto Alegre: Mediação
SANTOS GUERRA, Miguel. (1996) La evaluación un proceso de diálogo comprensión y mejora.
TORRES, Jurjo. (1994) El currículo oculto. Madrid: Morata.
W. DE CAMILLONI, Alicia y colaboradores. (2005) La evaluación de los aprendizajes en el debate didáctico contemporáneo. Buenos Aires: Paidos educador